La contaminación acústica se ha convertido en un verdadero peligro, cuyos efectos nocivos se incrementa cada vez más, especialmente en lo referente al ámbito urbanístico.
Haciendo un pequeño análisis, las principales fuentes de ruido se manifiestan tanto como fenómenos sociales como por los efectos de la industria y el avance tecnológico.
La Organización Mundial de la Salud calcula que 65 decibélios (db) es el límite de ruido que las personas soportan, mientras que la Organización para la Economía, Cooperación y Desarrollo indica que cerca de 130 millones de personas viven con niveles superiores a este.
No hay duda de que nuestra calidad de vida se ve mellada por los efectos nocivos de la contaminación acústica,
muchas de sus fuentes son en realidad fenómenos sociales. Por ejemplo, la llamada “movida” juvenil, que no es otra cosa que el estilo de vida que tienen las nuevas generaciones (música en la calle, uso de aparatos de música a niveles estridentes en sus automóviles, etc.) y el ruido que esto produce.
En general, el estilo de vida de la sociedad moderna se ha previsto de vehículos de motor que causan un 80% del total de emisiones de ruido, mientras que la industria marca un 10%, otros medios de transporte como el ferrocarril un 6% y el último 4% se divide entre locales nocturnos, talleres industriales, entre otros.
Todos estos factores juntos pueden considerarse como las principales fuentes de la contaminación acústica que hoy nos aqueja.